DESARROLLO
SOCIAL Y DE LA PERSONALIDAD
Cuando nace, el niño está muy indefenso, a la vez
tiene una gran capacidad de aprendizaje y se siente atraído por los estímulos
de origen social.
El niño indefenso, bien dotado para el aprendizaje y
pre orientado socialmente, tiene además una serie de necesidades básicas,
algunas de las cuales son:
Protección de los peligros reales e imaginarios
contra la vida y la salud.
Cuidados básicos como la alimentación, limpieza,
temperatura adecuada, etc.
Posibilidad de establecer vínculos afectivos
estrechos con algunos adultos.
Exploración del entorno físico y social.
Actividad lúdica con objetos y personas.
El grupo social donde nace el niño le transmite la
cultura acumulada a lo largo de todo el curso del desarrollo de la especie.
Esta transmisión cultural implica valores, costumbres, asignación de roles,
enseñanza del lenguaje, destrezas y contenidos escolares y se lleva a cabo a
través de determinados agentes sociales, encargados de satisfacer las
necesidades del niño.
Los procesos de socialización
La socialización es un proceso interactivo necesario al niño
y al grupo social donde nace, a través del cual el niño satisface sus
necesidades y asimila la cultura a la que la sociedad se perpetúa y desarrolla.
Los procesos de socialización son fundamentalmente tres:
Procesos mentales de socialización: adquisición de
conocimientos.
Procesos afectivos de socialización: formación de vínculos.
Procesos conductuales de socialización: conformación social de la conducta.
Estos vínculos una vez establecidos, unen al niño con los
demás y, su mantenimiento se convierte en uno de los motivos fundamentales de
la conducta pro-social.
Los procesos mentales de socialización son muy amplios y
diversos: conocimiento de los valores, normas, costumbres, personas,
instituciones y símbolos sociales, así como el aprendizaje del lenguaje y la
adquisición de conocimientos transmitidos a través del sistema escolar y otras
fuentes de información.
La socialización implica también la adquisición de conductas
consideradas socialmente deseables, así como el evitar aquellas que son
juzgadas como antisociales.
El proceso inicia con el nacimiento y permanece a lo largo
del siclo vital.
Desde el momento del nacimiento, los niños pequeños son
capaces de percibir algunas expresiones emocionales de los demás y tener
experiencia vicaria de ellas. Niños de pocos días se contagian de expresiones
emocionales de los demás a través de la visión o de la audición. Además, en los
primeros días de vida aprenden algunas señales e indicios sociales.
El reconocimiento de algunas emociones e indicios sociales
no significa que los niños reconozcan ya a las personas en cuanto tales, sino
que se trata de un mero contagio emocional o del reconocimiento de determinadas
asociaciones o contingencias, del reconocimiento de la recurrencia de
determinados estímulos que se repiten y no, del reconocimiento de la persona
como algo global.
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El reconocimiento de las personas en cuanto tales es hasta
el segundo trimestre de vida, hacia los tres o cuatro meses. Donde los niños
ponen de manifiesto numerosas conductas diferentes, según la persona con quien
interactúen (lloro, sonrisa, contacto corporal, mirada, etc.). Por eso buscan
más contacto con las personas que conocen que con las que les son desconocidas.
A lo largo del segundo trimestre de vida, antes de los seis
meses, los niños reconocen perfectamente a determinadas personas que adquieren
un gran significado conductual para ellos. Los niños distinguen claramente a
determinadas personas, manifiestan clara preferencia por interactuar con ellas
y recibir sus cuidados, reaccionan con frecuencia ante su ausencia de forma
clara: cambios en la temperatura y ritmo cardíaco, lloro, expresión de
tristeza, etc.
Durante el segundo semestre del primer año de vida, por el
octavo mes, se produce un cambio cualitativo en el conocimiento social de los
conocidos y extraños. Los niños no solo discriminan entre personas que les son
familiares y los desconocidos, sino que adoptan una posición de cautela, recelo
o miedo ante los desconocidos. Esto depende de la forma del encuentro con el
extraño el que el niño manifieste menor o mayor cautela, recelo o miedo. Estas
reacciones se expresan en conductas visuales, sonoras y motoras, que ponen de
manifiesto que el niño hace una valoración de la persona que se acerca a él y
de la situación en que el encuentro tiene lugar.
El reconocimiento de sí es posterior al reconocimiento de
las otras personas. Hasta el último trimestre del primer año de vida, aunque
los niños reconocen cisas que les pertenecen y elementos parciales de su
cuerpo, reaccionan ante su imagen como si fuera la de otro.
A partir de los 15-18 meses, la capacidad de reconocimiento
depende menos del carácter contingente de su propia imagen, distinguiéndola de
la de los demás con mayor éxito. En la segunda parte del segmento año de vida,
los niños reconocen su imagen con claridad independientemente de su carácter
contingente o no.
La adquisición de la identidad sexual sigue un triple
proceso:
Reconocimiento conductual de la existencia de dos tipos de
objetos. Los niños, en relación con estas actividades manifiestan preferencias
según su sexo antes de los dos años.
Auto clasificación en una de las dos categorías sexuales.
Supone no sólo un conocimiento social de la identidad sexual y de género de los
demás, también un conocimiento de sí mismo. Este juicio lo hacen entre el año y
medio y los tres años.
A partir de los tres años usan el conocimiento de la
identidad sexual y de género para definir con claridad sus preferencias y
valoraciones.
Procesos conductuales de socialización.
Suponen:
El conocimiento de valores, normas y hábitos sociales.
El control sobre la propia conducta.
Incluyen:
Aprendizaje de hábitos sociales: comer vestir, etc.
Aprendizaje de habilidades sociales.
Conductas pro sociales y evitar conductas consideradas
indeseables.
El niño tiene que aprender numerosas habilidades sociales
que le son exigidas desde los primeros años de vida. Estas adquisiciones
suponen el conocimiento de valores, normas y hábitos sociales, y el adecuado
control de la conducta para poderlos llevar a cabo. La educación de estos se
inicia antes de los dos años; pero su desarrollo tiene lugar a partir de esta
edad.
Entre los aprendizajes que se inician antes de los dos años
están: elección de ropas apropiadas a su sexo, colaboración al vestirse y
desvestirse, control de esfínteres, manejo rudimentario de los cubiertos y
otros hábitos de comida, comunicación por turnos y cuidado de instrumentos
domésticos, pedir cosas, escuchar, preguntar, intercambiar objetos, etc.
Durante los dos primeros años, los niños no conocen la norma
social o no la comprenden, por ello, se dan numerosos conflictos ante los que los
niños reaccionan con frecuencia, con rabietas.
Juegan un papel decisivo las figuras de apego porque ellas
son las que controlan al ambiente social que vive el niño y, a la vez, quienes
ponen en juego, mas que ningún otro, todos los procedimientos. Favoreciendo la
identificación del niño con ellas, así la asimilación social de sus valores,
normas y conductas.
Procesos afectivos de socialización
Afectos que impulsan al individuo a vincularse de una u otra
forma con los demás.
Deseo
Atracción
Enamoramiento
Empatía
Apego
Amistad
El apego es un vínculo afectivo que establece el niño con
las personas que interactúan de forma privilegiada con él, estando
caracterizado por determinadas conductas, representaciones mentales y
sentimientos.
El apego es, también, un conjunto de sentimientos asociados
a las personas con las que el niño está vinculado.
Este vínculo afectivo se forma a lo largo del primer año de
vida, como resultado de la necesidad de vinculación afectiva que tiene el niño
y las conductas que para satisfacerla pone en juego, por un lado, y el
ofrecimiento de cuidados y atenciones específicas que le ofrece la madre, por
otro. Este es el resultado de la interacción privilegiada entre el niño y
algunos adultos.
El vínculo afectivo supone el reconocimiento de las personas
y la asociación estable de conductas, expectativas y sentimientos de apego a
referidas a esas personas concretas.